jueves, 11 de junio de 2009

Otra manera de crear energía...molinos de viento

¿A quién se le habrá ocurrido la idea de construir un molino de viento?

Imposible saberlo, porque hace varios siglos que se inventaron y se ha perdido en la oscuridad de los tiempos el nombre de los lúcidos constructores. Lo seguro es que se trató de personas tan listas, que encontraron la forma de usar el viento para poder realizar un trabajo en tiempos donde los combustibles, como el petróleo y sus derivados, aún no hacían su estelar aparición en el mundo de la energía.

¿Un trabajo?
Pues claro. Aunque son bellos, imponentes y atractivos, su función no era sólo la de adornar un paisaje, como los de Holanda o las tierras manchegas del Quijote. Los molinos se construyeron para fabricar harina aprovechando la energía eólica; es decir, la energía proporcionada por el viento. Aunque simple, el mecanismo era por demás ingenioso. Las aspas giraban ante el empuje del viento y, mediante un sistema de engranes, se obligaba a que un eje también diera vueltas sobre sí mismo. Ese poste iba colocado al centro del edificio y llegaba del piso al techo. La particularidad es que ese eje también hacía girar una enorme piedra circular sobre otra. Imaginarás que si entre una piedra rugosa y otra se encontraban los granos, por la fuerza de la fricción terminaban convertidos en harina.

Desde su invención ya no hubo que hacer la molienda a mano o empleando la fuerza de animales de tiro, que además de comer también tenían que descansar. Los motores no existían y menos los combustibles o energéticos que los harían trabajar. Claro que para que su utilidad fuera constante, se construyeron en espacios amplios y abiertos, donde las corrientes de aire pudiesen llegar con facilidad.

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